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Fadeout

  • Foto del escritor: Todo Rojo
    Todo Rojo
  • 16 jun 2018
  • 6 Min. de lectura

Actualizado: 23 abr 2022

Me despierto en un bosque con un sweater blanco, enorme, veo la botella de whisky entre los troncos. Estoy descalza, me incorporo. Todavia no siento frío. Por el aire y los colores intuyo que es otoño. Vuela una hoja hacia mi, se pega en mi frente , la corro y sale una luz blanca nítida y afilada desde el centro de mis ojos. Se extiende en forma de haz.

Fade out

En unos días vas a empezar a ver un gato. Te lo digo porque lo sé. Cuando yo vivía sola veía un gato. Colorado.

Primero solo lo veía pero después empezó a existir y aunque yo no lo viera, estaba. No te asustes, su comportamiento será de gato, ya sabes como es. Sus olores te van a ser familiares.

Podés ponerle el nombre que quieras y dejar que te acaricie para ir a dormir

Eso escribi en la carta que le dejé sobre la mesa de la tele antes de irme para siempre.

Era la sexta vez que me mudaba en un corto margen de tiempo. A veces en el colectivo me confundía y no sabía en cual de mis barrios bajarme.

Lo único que volvia a mi casa un hogar, era Edgar Albino Silente, mi gato gris. Este, a diferencia del colorado, era materialmente tangible. Y adorable.

Desde que me mudé esta última vez, todas las noches alguien que vive cerca cumple años. No hay una noche que no escuche un cúmulo de voces entonando esa canción

Clásico de clásicos

Para que yo cumpliera faltaban meses, de todas formas jamás lo festejaba. Pero el tercer domingo que estábamos viviendo ahí, Edgar cumplía tres años. El tiempo es estimativo. No estuve en el parto, no salió de mi útero. Pero hoy aproveche las voces de mi edificio y de mi barrio para que se lo celebren, mientras yo tomaba un poco de vino y él comíia Royal Canin

El vino en este caso, es importante. Me gustaba tener una botella siempre abierta a mano, me gustaba mirar por la ventana todas las noches y percibir las distintas soledades en los puntitos de luces de los monoambientes.

Cada vez hay mas monoambientes . Mientras los miro pienso: El fin del mundo va a ser cuando la gente se independice en su totalidad y no procree más. Pienso también que ojalá eso sea pronto.

Empieza el frío de nuevo. No mudé el abrigo suficiente ni entiendo las mañas de mi nuevo termotanque asi que, inevitablemente, empiezo a cruzar el portal.

No salgo mucho a la calle pero cuando salgo y vuelvo empiezo a sentir el aire raro, siento que alguien estuvo ahí unos minutos antes. Tocando mis cosas, cambiando algunas de lugar. Cuando releo todo lo que escribí no lo reconozco, hay palabras que ni recuerdo haberlas pensado. Empiezo a notar que cohabito con otro, un otro que no veo, ni es gato.

Pero tengo la certeza de que no estoy sola. Quiero estar sola pero ya no puedo.

Agrego otra cerradura y cierro la puerta con doble llave. Siempre. Esté afuera o adentro. No se si es para que no entre nadie o para no desacomodar mis demonios.

Mi gato que se supone que es mi guardián duerme todo el dia. Yo ya casi ni como. A veces tomo un poco del vino importante pero termina doliéndome la cabeza.

Mis sueños son cada vez mas lúcidos. En ellos me veo eliminando una esmeralda de los riñones, caminando por otro planeta, veo lagartijas gelatinosas y transparentes reptando por la cama.

Cuando me despierto conservo la sensación, me acuerdo que desde chica veía insectos que me decían que no existían. También me acuerdo de mi primo menor girando entre los pinos, riéndose, lleno de barro. De los constantes cortes de luz que padecíamos. Veo a mi mamá ayudándonos a hacer la tarea a la luz de las velas. Huelo el guiso que nos traia mi abuela. Ya no se si estoy en el presente o en el pasado.

Salgo para que el aire de la calle me desaliene. El frio me congela los pezones y los hace notorios. No quiero pasar entre la gente por miedo a que me los miren y recuerden mi condicion de mujer, por algo me habia rapado y adelgazado nueve kilos después de meses de comer precariamente. Estoy tan flaca que el ombligo se me sale para afuera.

En esas condiciones un tipo intenta atacarme. Saco la navaja que siempre llevo por precaución, lo miro profundo a los ojos y le digo: Estoy más loca que vos hijo de puta.

No lo veo más. Pero esa noche sueño que nos matan a todas.

Agrego una traba más a mi puerta

A veces no concibo el sueño, a veces si pero a costa de pesadillas.

No se que hacer con tanto tiempo libre entre la soltería y el desempleo. Leo de más. Busco demasiado en internet. Canto en voz alta, debo resonar a mis vecinos casi como sus festejos me resuenan a mi, todas las noches.

Lleno la heladera de frutas y empiezo a comerlas, quizás el ayuno me estaba afectando.

Llamo a mi amiga Laura que ya no me acuerdo si es colombiana o mexicana, organizamos una salida pero noto que en toda la noche ella no me mira a los ojos, y me violento, me atormento y vuelvo a mi cas a. A esta altura había desarrollado ciertos fetiches. Necesito cada noche intoxicarme un poco y ver alguna película de terror o vampiros. Ya no necesito dormir para soñar.

Mientras me ducho me veo en cautiverio, tengo compañeras de ojos turbios. No se si ya eran asi o es por culpa del encierro. Me veo la quemadura de la pierna y de repente tengo seis años de nuevo, voy corriendo, me enredo con el cable de la plancha y esta, caliente, se me pega en el muslo izquierdo, aca. La levanto y la piel parece chicle. Ya no me duele.

Me encuentro de nuevo en mi cama, siento que es casi imposible mover alguna parte de mi cuerpo, no se que tan intoxicada estoy, no se si son mis genes. Veo a alguien que amo morir a manos de alguien que también amo. De eso no se vuelve.

Quiero volver atrás, hago un esfuerzo infinito, me pongo a oler compulsivamente todo en busca de ese perfume a juguete nuevo, a pequeño pony, olor a plástico diría mi papá. Pero ese olor ya no está. Se me escapó.

Quiero salir por un poco de aire nuevo al menos pero no encuentro las llaves

¿A quién se le ocurre poner tantas cerraduras en una puerta?

Me duele la cabeza cada vez mas, siento que me laten las sienes, voy al baño, quiero orinar como un adulto disciplinado en el inodoro pero me gana la salvaje y me meto a la ducha. El agua sigue sin calentar, quizás me de una neumonía. Sigue siendo mejor que arriesgar mis genitales en el inodoro de donde es sabido puede salir desde un roedor gigante hasta IT.

Me envuelvo en un toallón, me preparo un te y me siento a escuchar The wall mientras me asusto un poco de mis pensamientos que se iban tornando jodidos. Pienso que mi sangre podría ser no roja sino negra, caigo en la cuenta de que naci cerca de un presidio y sino fuera porque soy tan parecida a mi padre creería que soy la hija bastarda de un convicto.

Con el rabillo del ojo veo que Edgar ahora tiene rayas, nunca tuvo. Vuelvo a mirarlo. No distingo el color de su pelaje. Pienso en lo relativo y en el azar

un gato

dos gatos

grises

rayados

lunaticos

los ojos lucidos.

Tiene rayas, ya no es mi gato.

Creo que quizas yo tambien tenga rayas ahora y voy al espejo.

Me miro en el espejo pero no reconozco mis ojos, quizás los deje en la cara de el, su cara tenía mis ojos, siento que mis manos no son mis manos, que son otras manos injertadas en mis muñecas. No duelen pero quisiera arrancarlas.

Me sigo mirando con la ilusión de volver a verme pero cadavez más vacios los ojos.

Meto la mano que porto, que a esta altura no se de quien es,en el espejo, lo rompo pero sigue sin doler, ni ella ni yo nos reconocemos .

Me vuelvo cuchilla filosa, iluminada, como un rayo atravesando el techo, el pelo, el cráneo y le arranco las tripas, pero no soporto el olor y empiezo a lavar todo con lavandina, me intoxico mas.

No se si del dolor o de la impresión empiezo a marearme. Siento nauseas, no quiero broncoaspirarme estando solamente acompañada de un gato que ya no es mio y de un reflejo desfigurado y posiblemente vengativo.

La sangre me brota no se si de las heridas o por los poros.

Era roja nomas. Oscura pero roja al fin

Eramos la misma cosa, muriendo a manos de una marioneta lisérgica.

Nos volvimos río de fluidos humanos

Viento de aliento final

Dos gatos, muchos ojos.

El ocho es el infinito.

El once es el número maestro

El veintidós es el once dos veces

Y el tres es la suma de todo

Mi primo menor girando entre los pinos riéndose lleno de barro

El olor a pequeño pony

Nos veo sin cabeza, haciendo mudras con las manos

Creo que encontramos un poco de paz.

Me despierto con la sensación de algo helado golpeando mi mejilla.

Es nieve, es el mismo bosque pero ahora hay nieve, y estoy desnuda.

Recuperé mi pelo largo y naranja.

Lejos de congelarme, hasta puedo sonreír mientras me mojo

Intento los mudras

Pierdo la cabeza.

Fundido en blanco.


 
 
 

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