De bares y nombres
- Todo Rojo
- 22 nov 2020
- 1 Min. de lectura
A veces, muchas, me duele la cabeza. Tantas que me olvido como es vivir sin esa presión en las sienes, sin ojos de vampiro.
Desarrollé una tolerancia al dolor que en este momento podría estar estallandome el páncreas y no lo sabría. O probablemente si, esa no es mi área.
Mi área es la mente. Los sueños. El pensamiento (muchas veces excesivo).
Mi área son los recuerdos y las imágenes de vayase a saber que dimensiones.
Otras en donde la luz del sol no me destruya o nade sin miedo en el mar.
Donde no tenga pesadillas ni falle la percepción que tengo sobre mi misma y a veces me tortura.
Donde el deseo de morir no exista y disfrute hasta de mirar mis manos.
La dimensión donde solo con acariciar a mi gata sane y me intoxique un poco menos.
Pero acá estoy, en un bar
Sentada. Mirando a la gente, escuchando nombres que me resuenan y me conmueven. Disfrutando una ensalada como si estas hojas hubieran sido recién arrancadas de la huerta, masticando mientras me siento un animal silvestre. Y sin darme cuenta, por magia, azar o destino, me voy uniendo con mi manada mientras todos pastamos y nos volvemos tribu danzante. Probamos cada articulación y nos damos cuenta de que funcionan, y sino fuera asi, siempre está Morfeo para llevarnos un rato a viajar por ahi.
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